jueves, 9 de agosto de 2012

Carta de despedida

Querido Arturo:

Te escribo esta carta con la mejor caligrafía posible para que no se preste a ningún malentendido y, para no hacerla larga y convertir esto en un melodrama hindú te digo para que veas mas o menos de qué se trata: ya se que me engañas. En cierta forma ya lo sabía, quizás fueron mis estúpidos instintos de esposa abnegada,que al parecer tengo, los que me hicieron quedarme todos estos días junto a ti.


Cada vez que me decías "ya vengo" o cuando dejaste de llamar al salir del trabajo, incluso las veces en las que hacías malabares para que jamás tocara tu celular o las incómodas charlas que compartíamos y las peleas que me hacías por todo, hasta por comprar seis limones en vez de cinco. Era tan claro que me engañabas.


Espero, mi buen Arturo, que esa chica soporte todas tus manías. Soporte tus peculiares cambios de humor que me hacían pensar que tenías un complejo agudo de bipolaridad, soporte tus amarguras, tus llantos por creer que no vas a conseguir lo que deseas, tus rabietas engreídas, tus eternas indesiciones , tu inmadurez que a pesar de ser tan viejo aun actúas como un niño que tengo que cuidar todo el tiempo. Realmente sería interesante ver cómo alguien aparte de mí puede soportar todo eso. Dicen que te han visto caminando con ella por la bajada Balta. No se si te da verguenza, todos estos años, y todavía haces que la gente hable de tus trapos indecentes.

Bueno, supongo que ella puede darte un lugar donde quedarte porque ya saqué todas tus cosas de la habitación hoy por la mañana. Cuando termines de leer esto no te molestes en subir al segundo piso, puedes recoger tus cosas que están en la sala (organizadas, porque no quiero tu desorden en lo que ahora es mi casa y, además, no quiero que te quedes más tiempo de lo que necesitas) y no importa si dejas las llaves o no, mañana a primera hora llega el cerrajero a cambiar las chapas.

Cuídate y saludos a la nueva chica.
Mi abogado te llamará el martes al teléfono de tu oficina a las tres,
 cuando llegues de tu hora de almuerzo.

Pd: encontré el pequeño regalo escondido que dijiste que me ibas a dar en mi cumpleaños. Oh cariño, no debiste. Cuando dijiste que me ibas a dar algo pequeño por mi santo pensé que simplemente te bajarías los pantalones.