sábado, 28 de junio de 2014

Reflexiones random

Sexo


Pensando sobre cosas de la vida y cómo mi cabello se pone todo desordenado cuando se le prenden las hormonas, me detuve pensando acerca de cómo veo el sexo y si es válido o no.
Hace poco leí esto en una columna por internet: “Mira nene, tú te crees que nosotras nos morimos por mamártelo, pues déjame decirte que no. Te crees que nos gusta ponernos en cuatro y darte el culo, pues no.  Tú te crees que nos gusta acostarnos con ustedes a cualquier hora en cualquier parte de la casa o en público. Pues no. Lo hacemos por deber. El deber de una mujer a mantener a nuestra pareja contenta. Lo menos que tu puedes hacer por mí es pagar la cuenta del restaurante, abrirme la puerta del carro y comprarme flores de vez en cuando. Nosotras los mantenemos contentos y ustedes pagan"
Me detuve en este párrafo. Alcé la mirada y me pregunté: ¿Tengo sexo para mantener contento a la persona con la que lo hago o para mantenerme contenta a mí?
¿Tengo sexo para sentirme satisfecha o tengo sexo porque quiero algo más?

Se que las mujeres tenemos eso de esperar algo más. Todo el tiempo. Siempre esperamos algo de parte de ese chico que vino a vernos sin perfume y son rosas. Siempre tenemos esa fantasía de que ya lo tiene todo preparado, de que hay algo muy especial para ti que aguarda. ¿Por qué? Los obligamos, los seducimos, queremos que nos entregue ese "algo más". Y nadie nos cree cuando decimos "todo bien" y no observamos las velas alrededor de la cama cuando es una fecha especial. Todo bien y nos echamos junto a ellos, olvidando esta fantasía al tacho mental en el que van las cosas que "ya no importan".
¿Así es también en el sexo?
Esperar algo más. Esperar eso que no sabes qué esperas cuando él termina y tú te acurrucas a su lado. Puedes irte, largarte, ser la desinteresada en un sexo casual que sirve para satisfacerte un minuto. ¿Terminaste satisfecha del todo? ¿Estás realmente satisfecha cuando cruzas la puerta, levantas tu teléfono y caminas un par de cuadras? ¿Qué esperas? O qué esperabas...
Y,¿por qué esto sucede en las mujeres? Por qué hace unos días una amiga me contó todo sobre un encuentro sexual con otro amigo y me preguntaba qué pensaría, qué pasará ahora y qué es lo que ha comentado este chico sobre la situación. Cuando, mi amigo, no me comentó NADA. No ha dicho NADA. Le importó NADA. Y ojo, no digo que para mi amiga esto haya significado algo, si no que buscaba darle más interés al asunto (ya sea morbo o no) que lo que él le daba. ¿Qué buscaba ella? ¿Por qué quería saber esto? ¿Qué es lo que ella espera de él? O del sexo.
O, en muchos casos, cuando la flaca y el flaco tienen estos encuentros super sexuales (normalmente cuando ya han sido pareja) y ella comienza a desarrollar sentimientos. Se confunde. Entra su lado sentimental y no puede despegar eso que ella ahora quiere. Ya no desea que el flaco se pare de la cama (o de la silla, o del piso) cada vez que termina. Ya no le importa tanto a ella terminar. Ahora quiere acurrucarse con él y tener una charla existencial o reír o solo dormir y entonces espera... espera a que él le diga algo. Y, lo peor, ni siquiera sabe qué quiere que le diga. Solo espera. 
¿Qué es? ¿Que la llame? O que le diga que fue el mejor sexo de su vida y que quede embrujado con su cuerpo, con su aroma. Ella no espera que él desarrolle sentimientos, pero sí quizás que la adore. Que, de repente, la busque.
Es el sexo. Es en el sexo cuando las mujeres siempre queremos algo más. No nos conformamos. ¿Qué buscamos con el sexo? Qué pasa por la cabeza de una chica que recién se ha montado a alguien (y ha tenido el peor dolor de su vida) y ahora está junto a la cama mirando a ese chico extasiado que cuenta cómo esta ha sido la mejor experiencia de su vida; mientras ella, adolorida y pensativa (y quizás ahora confundida o enamorada) piensa si esto era todo el festival, si por esto es tanto alboroto, si esto es por lo que todos matan y pagan, si esto, al fin y al cabo, es todo, si así se debe sentir el sexo. ¿No hay nada más?

Quizás todo se encuentra en la física. No en la ciencia, sino en los cuerpos. Nosotras somos las que dejan entrar al hombre. Sí, controlamos la sesión, controlamos si lo queremos fuerte o despacio, pero, después de todo, es él el que entra y eres tú la que recibe. Secamente: a nosotras nos están dando y, plácidamente, lo disfrutamos (y somos parte de).
Es ese momento cuando no paramos de decirle (a veces a gritos) que entre y no pare y se voltee y fuerte y que entre, más, más, que entre. Y él, claro, entra, múltiples veces entra. Ella espera que siga entrando. Él entra y entra, pero también sale y sale. Y cuando sale del todo, nosotras no vamos a ningún lado. Nosotras no hemos entrado, hemos recibido. Él se va y ya no espera nada más. Ya hizo su trabajo: entró. Ella, por el contrario, lo deja entrar. Entonces piensa ¿me gustó?, ¿terminó?

Quizás es por eso que las mujeres siempre esperan algo más, porque son las que reciben. Porque son las que lo piden. Porque sería ilógico que, siendo el hombre el que está dando, se quede pensando en que pudo haber algo más (si es así solo sería por temor a su rendimiento). No, es la persona que exige la que examina la situación, la que espera siempre más. La que al final del cuchareo se queda pensando ¿esto es lo que quería?

Probablemente solo estoy divagando y esto sea algo tonto. Pero tiene sentido, ¿no? Que por algo seamos nosotras las que esperamos la llamada telefónica por las noches, después de que nos hemos despedido en el hostal de la vuelta.

miércoles, 4 de junio de 2014

Debo ser la persona más estúpida del mundo:
llorar frente al teclado
comer cornflakes sin azucar (porque ya comí muchos con azucar)
escuchar Wrecking Ball de fondo
mientras mi cerebro me dice una y otra vez que nadie en el mundo es más insegura que yo