jueves, 10 de enero de 2013

palabras



Antes detestaba la palabra ex. Me daba roche, como la palabra enamorado, flaco, novio, etc. Ahora lo veo como una manera de no decir el nombre del susodicho y enunciarlo como un ser sin identidad. Cheveraso.

To make the long story short: Quizá me muero por mi ex. Mi ex-ex me detesta. Me intriga la sexualidad de mi ex-ex-ex. Detesto a mi ex-ex-ex-ex. No sé si mi ex-ex-ex-ex-ex sigue vivo.


Y eso es todo lo que puedo decir al respecto.

miércoles, 2 de enero de 2013

Este no es mi cuerpo

Lucía que siempre predicaba que la separación del cuerpo y la mente eran una excusa de todas las anomalías, ahora toma sus cosas y va hacia su departamento. Baja las escaleras con su compañía y observa cuidadosamente cada escalón porque tropezar con la mente en las nubes es muy fácil para cualquiera, sobretodo para ella, que últimamente sus pies no pisaban el suelo. ¿Qué pasa, Lucía?,  ¿Cuándo te vas a preguntar si fue un error venir?. Se despide con una prisa que le duele porque preferiría quedarse más tiempo y prolongar la visita. Entonces lo observa con esa mirada que solo tiene reservada para él y, para variar, queda en un absoluto ridículo al percatarse de que aquella mirada que aspira a un momento de sensualidad, intimidad y complicidad solo logra el "nos vemos" de la misma persona que acaba de cerrarle la puerta. No se decepciona y lo que en verdad le duele es el no decepcionarse. Recuerda que ha traído sus audífonos en su bolso de mano y los conecta con el reproductor, siente que eso servirá para no pensar en el camino y conseguir paz sin la necesidad de prender un cigarro en esa larga caminata hacia su edificio. No lo logra. Mira hacia los costados como si lo que está a punto de hacer fuese un acto a escondidillas, lo cual, en cierta forma, lo era. Tomó el cigarrillo de su caja roja, trató de prender el encendedor rosado que tenía hace varias semanas y, como es usual, no le funcionaba. Ahora tiene que intentarlo hasta que prenda. Inténtalo más veces, Lucía, como siempre lo haces. Inténtalo más veces hasta pensar que estás quedando como una inválida mental frente a la gente que pasa por tu asfalto y observa cómo no puedes encender ese cigarrillo en tus labios y de pasada, algún día, hazte revisar esta incómoda manía que es el sentir que todos te observan y hablan solo de ti, como si no tuvieran algo más importante que debatir o resolver en sus mentes a parte de tu revoltosa existencia. Ya lo ha encendido.

Camina por las veredas y las calles chicas porque detesta el ruido de las pistas. Sí, Lucía, como si el ruido de las pistas fuese mayor que el ruido de tu mente. Tú que tanta bulla tienes y que no sabes cómo callarla. Basta de tonterías Lucía, deja de mentirte a ti misma como te has estado mintiendo todo este tiempo, pregúntate, aquí  mismo, ¿fue un error venir?. No, no lo hace, no se lo pregunta. Sigue caminando hacia su departamento, se siente toda una chica y hasta se siente libre. Piensa que fue así como ella quiso siempre estar, con un amor libre y otoñal. De esos que no tienen prisa, de esos que no te atan como el perro al poste cuando haces tus compras en el mercado. Ese amor, ese amor, ese amor, ¿ese amor? ¿Es un amor, Lucía? . ¿Te ama, Lucía? A quien le importa, te dices. A ti te importa, Lucía.

La caminata se hace eterna y de pronto le pesan las partes del cuerpo, comienza por las piernas. Se quiere dejar caer, como un trapo o como una bomba. Como ambos se siente. Quizás haya sido el mareo del cigarro, quizás haya sido el dolor que le causó en el último acto en su cama. No sabía por qué le había causado dolor en las piernas, pero el hecho es que así fue y ahora no podía caminar. Está lenta, va despacio.  Entonces Lucía se toca las manos que ahora están sudorosas y se dice a sí misma que no quiere pensar. El problema es que tú sí piensas Lucía y siempre has pensado. Y ese chico que acabas de dejar en su departamento te prometió la vida entera un tiempo y ahora te promete estos rezagos que fue su amor. Porque a ti, Lucía, a ti él te ha dicho ya que no te ama. ¿Por qué no eres sincera contigo? Sería bueno, quizás, que te preguntes si preferirías otro tipo de amor, un amor de esos debajo de la luna, con una manta abrigadora y un buen vino. Pero todo este esfuerzo al preguntártelo es inútil porque recuerdas siempre que él fue uno de esos amores. Pero ya no lo es, Lucía, ya no lo es. Tú eres otro tipo de mujer. Se hecha a reír. Ni siquiera sabe qué tipo de mujer es.

Aun faltan unas cuadras para llegar a su departamento, mira su celular, quiere llamarlo, siente la urgencia de llamarlo, observa que ella lo llama más veces que las que él lo hace. ¿Por qué? ¿Por qué siente esa urgencia de hablar con él? Estás agobiada, esto no es saludable. Piensas constantemente en ustedes, en lo que sucedió antes, en por qué no te llama, con quién se está viendo, ya no te quiere, ya se terminó todo, debe estar molesto contigo, todo se fue al diablo y sientes ese vacío que te carcome, esa obsesión por no perderlo.Lo gracioso es, Lucía, que puedes recordar cada palabrita o cada suceso de cuando estaban juntos antes de la separación pero no puedes recordar las escenas o los momentos del sexo después de terminar, es decir, de cada vez que tienen relaciones ahora, no puedes, tratas de recordar las caricias y no aparecen, no vienen a tu mente. Ah, claro, excepto dos veces en las que sentiste que te quería, una en tu cama y otra en la de tu mamá, nunca en la suya.
No es novedad que se ha vuelto tan dependiente de sus palabras que ya no sabe qué excusa inventar para estar cerca, para acompañarlo cuando él tiene que salir, decirle que ha perdido sus llaves, que no puede entrar, que si podría por favor ir a su casa para tener un lugar donde quedarse hasta que alguien llegue y abra la puerta, que está cerca del lugar donde él está y podrían encontrarse, que no tiene nada que hacer esa tarde, sincérate, Lucía, ¿por qué no le dices que lo quieres? Porque ya terminaron, ah, Lucía, qué inteligente y digna eres.

Tú no lo entiendes, no entiendes por qué te ha buscado después de dejarte. No lo entiendes. Tampoco entiendes por qué te besa. Tratas de entender por qué tiene relaciones contigo, tratas, porque tampoco lo entiendes. Él le dice que es porque tiene ganas. Tú no lo asimilas porque muy dentro tuyo piensas que te quiere, que no puede estar sin ti y por eso ha creado este juego de seducción, esta necesidad que no solo es tuya, Lucía, que también es de él, Lucía, él también te necesita y por eso no te deja ir. Te quiere, Lucía, te quiere, te quiere, no, no te quiere, no te quiere, Lucía, te quiere, sí te quiere. Eres tan tonta, Lucía. Tan vacía, Lucía. Ni siquiera quieres prometerte que esta será la última vez porque te encanta tener relaciones con él, te encanta. No es que te hayas convertido en ninfómana, es que simplemente te encanta que sea con él. Una vez, él le dijo en una de sus discusiones por teléfono y ahora ella lo recordaría, fue una de esas veces en las que discutían sobre lo que al parecer ya no entendían y él fue claro, o quizás no fue claro, Lucía, ¿tú que crees?. Él le habló serenamente y le dijo lo que pensaba, le dijo que quizás ella veía las relaciones, el sexo, los actos plenamente eróticos como una manera de atarlo hacia ella. En ese momento te sentiste completamente desnuda, como si te hubiera descifrado y herido y apuñalado y matado y violado y ridiculizado y abandonado y entonces tú eras el personaje tonto de la película, el bufón de las historias, la pobrecita que se había enganchado con un chico y ahora este se sentía aterrado hacia la posibilidad de que ella este enamorada. De qué hablaba, te preguntabas, si ustedes ya habían estado enamorados. De qué hablaba, no sabías.

Pero Lucía aun sigue yendo al departamento del chico que fue su chico y seguirá yendo cada vez que él o ella o alguien se digne a levantar el teléfono. Lo peor, Lucía, lo que mas te duele, es que quizás no seas la única a la que él está acudiendo. Ni siquiera es una idea, porque él ya te lo preguntó, Lucía, él ya te preguntó si podía ver a otras chicas a parte de ti. Y, Lucía, quizás no lo sentiste en ese momento, pero eso ha sido una de las cosas que más te han dolido en la vida. No porque fuese él, sino porque eras tú. Sin embargo, aun seguías pensando que te quería. No se si eres tonta o soñadora, Lucía. Pero yo te veo absurda. Y quizás también te ve absurda su familia, a la que tanto le temes porque sabes que te notan y que probablemente piensen que pasas demasiado tiempo allí o que lo llamas para que pase tiempo contigo. Incluso tu familia, Lucía, tu mamá piensa que has perdido la cabeza y ya no tienes amigos. Eres la chica que evito, Lucía. ¿No quieres saber cómo te sientes en verdad? Ella no le cuenta a nadie lo que le sucede, quizás a un par de amigas, pero nada tan profundo, lo mantiene como un secreto entre los dos y él le ha dicho que también lo mantiene así. Ya se acerca y está a una cuadra de su casa. Llega. Saca sus llaves del bolso. Su cara está seria, como últimamente siempre lo está. De una vez, Lucía, pregúntate  ¿Fue un error ir? Pregúntatelo, ya, sin más, ¿es un error seguir viéndolo? . ¿Fue un error ir? Abre la puerta de su casa. Recibe una llamada, es él. Y tú, Lucía, comienzas a pensar que no, no fue un error haber ido.