jueves, 15 de marzo de 2012
La licuadora
Vino a mi casa a preparar el café con caramelo que había aprendido hace unos días. Yo sabía cómo hacerlo, pero quería que me sorprenda y que sintiera que me estaba enseñando algo nuevo. Ponía todos los ingredientes que había traído desde su casa y la tienda sobre la mesa mientras me abrazaba. Luego fuimos a la cocina, donde nos besamos dando paso a un incendio de sentimientos de episodios repetidos. Concluida la acción, procedimos a seguir con el proyecto que lo mantenía tan emocionado. Me daba curiosidad su emoción, no sé, lo hacía ver pequeño, frágil, más que un cuerpo.
"Eso es", pensaba, "es más que un cuerpo".
Me preguntó si sabía como poner la licuadora, yo lo intenté pero él la puso de otra manera. Comenzamos a besarnos y minutos después, la licuadora comenzó a botar compulsivamente todo el líquido batido en ella. Mi cocina se manchó completamente y había café por todo el piso.
Yo reía y pretendía estar un poco molesta. Él soltó varias risas también. Comencé a estresarme porque teníamos que limpiar todo y cada vez se derramaba más porque yo no sabía de donde provenía el hueco por donde todo el líquido caía. Saqué la licuadora, la vi, la experimente, la observé y concluí que el rubber estaba mal puesto.
"Mala suerte" le dije.
Sonrió y me dijo "Creo que no hay café para nosotros hoy".
No sé qué pasó por mi cabeza o que espectro del pasado se apoderó de mi en ese momento. Tomé los materiales que faltaban, puse bien la licuadora e hice otro batido. Él me miró sorprendido ante mi desición y sonrió al ver que tomaba el riesgo de hacerlo, así todo pueda salir mal de nuevo.
Lo que sucedió fue que me asustó cuando dijo "Creo que no hay café para nosotros hoy". Al decir la palabra "hoy", eso significaría que habría para otro día. Lo cual significa que estamos dejando ese momento para otro día. Lo cual significa que si todo acaba, hay un plan que fue dejado en el olvido, que pudo ser, que no será más, que fue, que acabo, que queda en un vacío argumentativo o en el espacio donde las cosas quedan olvidadas. Lo cual significa que cada vez que yo viera un vaso de café con caramelo pensaría inmediatamente en lo que no pude concluir, en lo que pudo ser.
Y no, no me daría el lujo de pasar por esa tormenta.
Ese día él regreso a su casa, me lavé los dientes y me acosté. Mis dedos tenían un olor dulce como el azúcar.
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