De vez en cuando recuerdo el rostro compungido de Alvaro mientras frotaba sus manos con mis piernas esa noche expectante de Agosto. Después de todo lo que habíamos pasado, el único motivo por el que no quería volver a hablarme de amor fue aquella noche en la que todo se fue al diablo. No indagaré entre mis recuerdos para saber quién tuvo la culpa de aquel desborde emocional que desencadenó un vacío en mi cuarto recordando aquel gesto melancólico que no me pudo dejar dormir por meses. No le cuento a nadie sobre esta noche, lo único que comento sobre él es que estuve loca (quizás enferma) por dos años detrás de una persona que estuvo loca (quizás enferma) por mi pero que algo sucedió en el camino y nos separamos, o algo sucedió en el camino y él nunca pudo ser enteramente mío. (¿Qué es ser enteramente de alguien, de todas formas?)

De todas maneras, recordar aquella noche es recordar todos los eventos que sucedieron durante las tres horas que estuvimos juntos, por fin, y todo lo que provocó el evento final de la noche, terminando así en el vacío de mi habitación recordando su gesto melancólico por meses. Nada de esto hará algo y algo de esto llevará a la nada, por eso me reservo todo lo que sucedió, por eso no le comento a nadie (bueno, además por vanidad, porque me encanta tener un secreto que solo él lo sepa, que solo sea entre él y yo) por eso incluso cambio lo que sucedió verdaderamente e invento cosas, cosas pequeñas, cosas que no señalan importancia, cosas que no cambiarían lo que ya está.
Que él estuviera en la universidad y yo ni siquiera haya cumplido los quince años nos trajo problemas. Que él discuta conmigo como siempre lo hacía y yo siga pensando que es más que yo, nos trajo problemas. Evitar sus besos me trajo problemas, evitar mis palabras conllevó a los suyos. Alvaro significó para mí aquellas llamadas en plena madrugada cuando todos dormían y él y yo seguíamos despiertos, hablando de cualquier cosa mientras yo sonreía y mis órganos se derretían al escucharlo diciendo que con nadie más podía hablar como lo hacía conmigo. No puedo esperar que en tres años las cosas sigan iguales ¿o si?
De todas formas, lo único que puedo decir al respecto es que recuerdo el calor de Alvaro y aquella noche de Agosto en la que moríamos de frío, siendo su casaca lo único que yo tenía puesto.
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